Me desprecias porque no nací aquí.
Pero este Sol que se aparece en el horizonte sobre el cielo arrebolado, y que calienta la fragante brisa viajera, es el mismo que toca con sus dedos la tierra de mi lejano hogar.
Estas mismas aguas cristalinas de la playa del alba envisten enfurecidas, con otro nombre, las negras rocas sobre las que murió el padre del padre de mi madre.
Y cuando lloro mis lágrimas también son de sal.